"Todo lo que yo le enseñara o que ella podría oír parecía hacer brotar algo que ya estaba en ella. Jacqueline sentía horror por todo lo que fuera fingido, insincero o artificial. Tenía un don que muy pocos intérpretes poseen: el talento de hacerle sentir al oyente que cuando ella tocaba una pieza la estaba componiendo...Cuando tocaba experimentaba una sensación de abandono absoluto y esa era la cualidad que cautivaba a sus colegas y audiencia...Era una persona sumamente bondadosa que podía ser bastante dura en sus juicios sobre otros músico, cuando estaba en juego la ausencia de compromiso y de intensidad, o cualquier cosa que significara una falta de integridad...Con la mayoría de los interpretes uno siente que son seres humanos que hacen música. Con ella, en cambio uno tenía la sensación de que estaba ante un músico que además era un ser humano...Tenía la capacidad para imaginar el sonido como nunca vi en ningún otro músico"
Una vida para la música. Daniel Baremboin. Pág. 104-105
Javier Vergara Editor. Buenos Aires, 1991/92
Javier Vergara Editor. Buenos Aires, 1991/92
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